Yesterday, I was annoyed at myself. And I could feel the brittleness and tension rising in my body, particularly in my chest. I sat down and developed an inward gaze during sitting meditation.
I pictured myself softening my chest, reaching inside and massaging it with my finger, taking the confusion and frustration into my hands like Play-Doh changing its shape and form.
What felt brittle, angry, and tight needed to be loosened.
On that note, here’s a question:
To whom do we come home, each time? To ourselves?
How do we arrive at our own doorstep? And there we are at our own doorstep, greeting ourselves.
Kindness, as it turns out, doesn’t only apply to other people.
Here is the work of true personal human development, how do we talk to ourselves at the end of the day? When something didn’t work? When becoming friends with ourselves, this is the road home we walk each day.
If we really thought of ourselves as a deserving friend, how would we treat them? Would we show up with a pizza, ready to listen? Or would we blast them over and over again for what went wrong?
As poet Naimi Shihab Nye writes in her poem Kindness,
Before you know kindness as the deepest thing inside,
you must know sorrow as the other deepest thing.
Underneath layers of frustration and exhaustion, confusion, anger, and grief, we can turn towards not away from ourselves as morals. In this process, history rises to meet us.
We need to make our own home safe enough for a long, loving look at the real (thanks contemplative practice) at the end of the day.
An inside job, as personal work, as a process.
The contents of last Saturday’s desk
Ayer estaba enfadada conmigo misma. Y podía sentir la fragilidad y la tensión aumentando en mi cuerpo, particularmente en mi pecho. Me senté y desarrollé una mirada interior durante la meditación sentada.
Me imaginé a mí misma ablandando mi pecho, metiéndome en él y masajeándolo con el dedo, tomando la confusión y la frustración en mis manos como si fuera plastilina, cambiando su forma.
Lo que sentía quebradizo, enfadado y tenso tenía que aflojarse.
A este respecto, una pregunta:
¿A quién volvemos a casa cada vez? ¿A nosotras mismas?
¿Cómo llegamos a nuestra propia puerta? Y ahí estamos, en nuestra propia puerta, saludándonos a nosotras mismas.
Resulta que la amabilidad no sólo se aplica a los demás.
Aquí está el trabajo del verdadero desarrollo humano personal, ¿cómo nos hablamos a nosotras mismas al final del día? ¿Cuando algo no ha funcionado? Al hacernos amigos de nosotros mismos, éste es el camino a casa que recorremos cada día.
Si realmente pensáramos en nosotros mismos como un amigo que se lo merece, ¿cómo lo trataríamos? ¿Apareceríamos con una pizza, dispuestos a escuchar? ¿O les reprocharíamos una y otra vez lo que han hecho mal?
Como escribe la poetisa Naimi Shihab Nye en su poema Kindness,
Antes de conocer la bondad como lo más profundo de tu interior, debes conocer la tristeza como lo otro más profundo.
Bajo las capas de frustración y agotamiento, confusión, ira y dolor, podemos volvernos hacia nosotros mismos y no alejarnos de nosotros como moral. En este proceso, la historia sale a nuestro encuentro.
Necesitamos hacer de nuestro propio hogar un lugar lo suficientemente seguro como para echar una mirada larga y amorosa a lo real (gracias práctica contemplativa) al final del día.
Un trabajo interior, como trabajo personal, como proceso.