A person in context

It’s not just the person.

It’s not just the place, either.

It’s not just the knowledge.

It’s also the relationship.

…the complexity at the hand of the relationship.

It’s not what stands alone but what’s forever reconstructing itself in relationship.

The actor isn’t alone, without a stage, an audience, connection, place, or history. Whatever is inside me combines with what is outside of me. Not as a chameleon but as someone who cares enough to pay closer attention.

We need to be mindful of the dynamics under the dynamics, where context meets self.

Lima toy market

No es sólo la persona.

Tampoco es sólo el lugar.

No es sólo el conocimiento.

Es también la relación.

...la complejidad de la mano de la relación.

No es lo que está solo, sino lo que se reconstruye siempre en la relación.

La actora no está sola, sin escenario, sin público, sin conexión, sin lugar, sin historia.

Lo que está dentro de mí se combina con lo que está fuera de mí. No como un camaleón, sino como alguien a quien le importa lo suficiente como para prestar más atención.

Tenemos que ser conscientes de la dinámica que hay debajo de la dinámica, donde el contexto se encuentra con una misma.

Edges and vertices

In high school, geometry offered me the illusion of certainty - a world where every answer fit neatly into place. But that comfort of "correct" answers now strikes me as a kind of confinement. When I asked one recent student how many doors were on a blank page, he answered "three" and quickly drew them - a response that challenged my own rigid understanding of what's possible in a seemingly defined space.

I've recently been teaching shapes during my English classes. As my students count the vertices, edges, and faces of cubes, as we endlessly review cylinders, I find myself wondering: what edges and vertices shape my life? How many intersecting planes define who I am here and now?

I find edges more interesting than faces alone, on cubes or otherwise. Vertices, where two or more edges meet, are even more fascinating than edges. This is when language becomes a series of options to choose from, not be constricted by. People who exist at these intersections of language and culture have more intersections poking at them, at all times.

What if we lingered longer at these vertices, these intersections where ideas and cultures collide?

After all, a busy crossroads always holds more interestingness than a simple stretch of road.

What combines?

Playing with line

En el colegio, la geometría me ofrecía la ilusión de la certeza, un mundo en el que todas las respuestas encajaban perfectamente. Pero esa comodidad de las respuestas «correctas» me parece ahora una especie de confinamiento. Cuando le pregunté a un alumno cuántas puertas había en una página en blanco, me contestó «tres» y las dibujó rápidamente, una respuesta que puso en tela de juicio mi propia concepción rígida de lo que es posible en un espacio definido.

Recientemente he estado enseñando formas durante mis clases de inglés. Mientras mis alumnos cuentan los vértices, aristas y caras de los cubos, mientras repasamos sin cesar los cilindros, me pregunto: ¿qué aristas y vértices dan forma a mi vida? ¿Cuántos planos que se cruzan definen quién soy aquí y ahora?

Las aristas me parecen más interesantes que las caras solas, en los cubos o en cualquier otro lugar. Los vértices, donde confluyen dos o más aristas, son aún más fascinantes que las aristas. Es entonces cuando el lenguaje se convierte en una serie de opciones entre las que elegir, no limitarse. Las personas que se encuentran en estas intersecciones de la lengua y la cultura tienen más intersecciones a su alcance en todo momento.

¿Y si nos quedáramos más tiempo en estos vértices, en estas intersecciones donde chocan ideas y culturas?

Al fin y al cabo, una encrucijada concurrida siempre encierra más interés que un simple tramo de carretera.

¿Qué se combina?

Evergreen Waves

A few weekends ago, I sat on an overlook in Cerro Azul, a beach south of Lima. I was there with a group of friends when our desert hike was too dry, and we went to the beach instead.

On one side of my overlook was a human beach complete with a long, delayed procession of El Señor de Los Milagros, its purple hues matching ones I've tried to replicate on my pallet with various ratios of red to blue. On the other side, the almost turquoise Pacific stretched out before me, its surface rippling in the wind. I watched as waves formed—first small disturbances in the water, then growing, building from both wind above and mysterious forces below.

No one commanded these waves. No one summoned them to shore, yet they came regardless, rolling in with a rhythm of their own. All we could do was pay attention to how they formed.

Sitting between two worlds, I contemplated their interaction in personal terms.

I could get hung up on the minutiae happening on the beach, or I could spend more time learning how waves form, how to ride them, and how to enjoy them more.

After all, some of our most powerful movements can’t be forced. They can only be recognized and ridden.

Humans in systems

Hace unos fines de semana, me senté en un mirador de Cerro Azul, una playa al sur de Lima. Estaba allí con un grupo de amigos cuando nuestra caminata por el desierto resultó demasiado seca y nos fuimos a la playa en su lugar.

A un lado de mi mirador había una playa humana con una larga y retrasada procesión del Señor de los Milagros, cuyos tonos morados coincidían con los que he intentado reproducir en mi paleta con distintas proporciones de rojo y azul. Al otro lado, el Pacífico, casi turquesa, se extendía ante mí y su superficie ondulaba con el viento. Observé cómo se formaban las olas: primero pequeñas perturbaciones en el agua, luego crecientes, crecidas por el viento y por fuerzas misteriosas.

Nadie dirigía esas olas. Nadie las llamaba a la orilla, pero llegaban a pesar de todo, rodando con su propio ritmo. Lo único que podíamos hacer era prestar atención a cómo se formaban.

Sentado entre dos mundos, contemplé su interacción en términos personales.

Podía obsesionarme con las minucias de la playa o dedicar más tiempo a aprender cómo se forman las olas, cómo cabalgarlas y cómo disfrutarlas más.

Al fin y al cabo, algunos de nuestros movimientos más poderosos no pueden forzarse. Sólo se pueden reconocer y cabalgar.