A few weekends ago, I sat on an overlook in Cerro Azul, a beach south of Lima. I was there with a group of friends when our desert hike was too dry, and we went to the beach instead.
On one side of my overlook was a human beach complete with a long, delayed procession of El Señor de Los Milagros, its purple hues matching ones I've tried to replicate on my pallet with various ratios of red to blue. On the other side, the almost turquoise Pacific stretched out before me, its surface rippling in the wind. I watched as waves formed—first small disturbances in the water, then growing, building from both wind above and mysterious forces below.
No one commanded these waves. No one summoned them to shore, yet they came regardless, rolling in with a rhythm of their own. All we could do was pay attention to how they formed.
Sitting between two worlds, I contemplated their interaction in personal terms.
I could get hung up on the minutiae happening on the beach, or I could spend more time learning how waves form, how to ride them, and how to enjoy them more.
After all, some of our most powerful movements can’t be forced. They can only be recognized and ridden.
Humans in systems
Hace unos fines de semana, me senté en un mirador de Cerro Azul, una playa al sur de Lima. Estaba allí con un grupo de amigos cuando nuestra caminata por el desierto resultó demasiado seca y nos fuimos a la playa en su lugar.
A un lado de mi mirador había una playa humana con una larga y retrasada procesión del Señor de los Milagros, cuyos tonos morados coincidían con los que he intentado reproducir en mi paleta con distintas proporciones de rojo y azul. Al otro lado, el Pacífico, casi turquesa, se extendía ante mí y su superficie ondulaba con el viento. Observé cómo se formaban las olas: primero pequeñas perturbaciones en el agua, luego crecientes, crecidas por el viento y por fuerzas misteriosas.
Nadie dirigía esas olas. Nadie las llamaba a la orilla, pero llegaban a pesar de todo, rodando con su propio ritmo. Lo único que podíamos hacer era prestar atención a cómo se formaban.
Sentado entre dos mundos, contemplé su interacción en términos personales.
Podía obsesionarme con las minucias de la playa o dedicar más tiempo a aprender cómo se forman las olas, cómo cabalgarlas y cómo disfrutarlas más.
Al fin y al cabo, algunos de nuestros movimientos más poderosos no pueden forzarse. Sólo se pueden reconocer y cabalgar.