Sometimes silence creeps about looking for a way in. And all I can do is be quiet while I wait for it. It’s not sinister, but it demands to make itself known. We are more than just output and extroversion.
There are other times when wind and rain thrash on the inside of the glass container, and we can simply be a witness to those storms. What we can do in these situations is sit at the table and let the sand get blown around.
Sometimes our inner landscape is as thick as fog hanging about the trees like during the Ukele performance my dad and brother recently gave in California. The fog was so dense it was dripping into rain. That happens in our inner lives too. We can be a watery people.
There are hills that can feel like mountains, days in which we shoeshoe through an afternoon. It’s all just kind of part of it. Perhaps we can expand our notion out of the existence of a human experience, the experience of “sometimes”. Because we are seasonal and the seasons constantly shift. A little fog there. A little more quiet over there.
All the tiny signals that my body gives me all the time, however, about what I need, about what is the most important, aren’t a sometimes thing. They are a constant thing and it would be wise to listen to them.
A veces el silencio se arrastra buscando una forma de entrar. Y lo único que puedo hacer es callar mientras lo espero. No es siniestro, pero exige darse a conocer. Somos algo más que producción y extroversión.
Hay otros momentos en los que el viento y la lluvia azotan el interior del recipiente de cristal, y podemos limitarnos a ser testigos de esas tormentas. Lo que podemos hacer en estas situaciones es sentarnos a la mesa y dejar que la arena se mueva.
A veces nuestro paisaje interior es tan denso como la niebla que cuelga de los árboles, como durante la actuación de Ukele que mi padre y mi hermano dieron hace poco en California. La niebla era tan densa que se convertía en lluvia. Eso ocurre también en nuestra vida interior. Podemos ser personas acuosas.
Hay colinas que pueden parecer montañas, días en los que caminamos con zapatos durante toda una tarde. Todo forma parte de ello. Quizá podamos ampliar nuestra noción de la existencia de una experiencia humana, la experiencia del "a veces". Porque somos estacionales y las estaciones cambian constantemente. Un poco de niebla por allí. Un poco más de calma por allá.
Sin embargo, todas las pequeñas señales que mi cuerpo me da todo el tiempo sobre lo que necesito, sobre lo que es más importante, no son algo de a veces. Son constantes y sería inteligente escucharlas.