Driving with professional Daniel

I traversed Lima to visit a friend and her family a few weeks ago. I worked with her in 2018. It took me around 2 hours to arrive in Carabayllo with a young driver named Daniel.

Daniel is 23, from Venezuela, and on his own.

We passed a circus and he explained that despite my enthusiasm, he couldn’t imagine them being fun.

Lima feels like an infinite city because it is. It crosses boundaries of making sense. At one juncture, we were about to re-enter the highway, and a large stalled semi truck completely obstructed the road. Cars on both sides waiting to enter. People were freaking out, honking despite lines of vendors and their small shacks on one side of the road.

Daniel sat there, unaffected.

I asked him about his stance.

He said, “I drive for 9 hours per day. I have been driving since I was 13 because they let us start practicing early in Venezuela. I can’t get upset. It doesn’t help me.”

I realized how calm his reaction had made me. How less stressed I felt because Daniel was a professional.

Daniel had already decided how to handle this.

  • What would make it easier on him.

  • What would be easier on me.

  • What would be easier for the situation.

That’s what happens with professionals. They maintain the calm and shield us from stress via well-applied mechanisms during chaos.

Hace un par de semanas crucé Lima para visitar a la familia de una querida amiga. Tardé unas 2 horas en llegar a Carabayllo vía taxi con un joven conductor llamado Daniel.

Daniel tiene 23 años, es de Venezuela y está solo.

Pasamos por un circo y me explicó que, a pesar de mi entusiasmo, no podía imaginar que fueran divertidos.

Lima puede parecer una ciudad infinita, porque lo es. No deja de traspasar los límites del sentido. En un momento dado, estábamos a punto de volver a entrar en la autopista, y un gran camión semi parado había obstruido completamente la carretera. Había coches a cada lado esperando para entrar. La gente estaba enloquecida, tocando el claxon a pesar de las filas de vendedores y sus pequeñas kioskos a un lado de la carretera.

Daniel estaba sentado, sin inmutarse.

Le pregunté por su postura. Me dijo: "Conduzco 9 horas al día. Llevo conduciendo desde los 13 años porque nos dejan empezar a practicar desde muy temprano en Venezuela. Pero no puedo alterarme. No me sirve de nada".

Me di cuenta de lo tranquila que me había dejado su reacción. Lo menos estresada que me sentía porque Daniel era un profesional.

Daniel ya había decidido cómo manejar esto.

  • Lo que sería más fácil para él.

  • Lo que sería más fácil para mí.

  • Lo que sería más fácil para la situación.

Eso es lo que ocurre con el liderazgo y los profesionales. Mantienen la calma y nos protegen del confusión mediante mecanismos bien aplicados en el caos.